Esta cruz con la que nos encontramos al entrar en el templo es el último tablón que sobró de los enconfrados de la construcción de la iglesia, por eso tiene un valor especial. Alguien dirá que le falta el Cristo, pero no está porque ha resucitado, por eso cuelga sobre la cruz el sudario. El cristianismo no es el culto a un muerto, sino la gozosa presencia entre nosotros del que está vivo.
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