
Cuando el sembrador arroja la semilla en el campo, no ha de perder la paciencia, aunque la semilla no germine inmediatemente ni vea crecer el fruto. Por fin empiezan a brotar las columnas, no como débiles tallos, sino sólidas varillas de hierro. Ahora sí que empieza a ir para arriba la obra. Créanme que es un motivo de gozo el ir viendo cómo avanzan las obras día a día y lo bien que lo hacen los obreros.
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