estamos esperando amueblarla y obtener la correspondiente licencia municipal. Si bien no es ésta la razón por la que aparece la foto del Ayuntamiento. La foto recoge la concentración que ha tenido lugar a mediodía de hoy para dar un SI A LA VIDA. A petición de bastantes personas, ofrecemos el manifiesto leído en ella:
Manifiesto a favor de la vida
7 de marzo de 2010
"En primer lugar, gracias a todos por venir. No importa que seamos muchos o pocos. Lo importante es que estamos realizando un gesto que nos honra. Además, hoy somos multitud, puesto que, a estas misma hora, en toda España y en otras naciones de Europa y América, hay cientos de miles, tal vez millones, de personas congregadas para dar un SI rotundo a la VIDA y manifestar nuestra mayor repulsa a uno de los mayores atentados que se pueden cometer contra el ser humano: quitarle la vida. Y si esto es siempre muy grave, lo es mucho más cuando se trata de seres humanos inocentes e indefensos. Y más grave aún es que estos atentados se puedan cometer en nombre de la ley, una ley cruel y sumamente injusta.
Las palabras bonitas o las frases altisonantes de ninguna manera eliminan la crueldad. Resulta estremecedor hablar del aborto como un derecho de la mujer. ¿Desde cuándo se puede considerar un derecho de la mujer triturar al hijo de sus entrañas? Se habla de salud sexual y reproductiva. ¿Desde cuándo se puede llamar promover la salud a promover miles de muertes? ¿Cómo se entiende que aquellos que se desviven por la protección de las especies animales destruyan sin piedad a los seres humanos? Sí, a los seres humanos, pues hoy la ciencia nos permite conocer de manera inequívoca la gran maravilla de la vida humana desde los primeros momentos de la concepción.
Si tenemos razones para oponernos a la ley hasta ahora vigente, en nombre de la cual se asesinan en España, cada año, más de cien mil niños, ¿qué sentido tiene ahora liberalizar aun más este genocidio? Entre otras razones, se trata de dar más facilidades a las repugnantes y salvajes clínicas abortivas, uno de los negocios más productivos, a costa de la sangre de vidas humanas inocentes. Y, para colmo de cinismo, el mismo día en que en España se aprobaba la ley para ejecutar sin piedad a tantas criaturas indefensas, el principal valedor de esta ley defendía en Europa el derecho de toda persona a la vida, al posicionarse contra la pena de muerte. ¿Acaso la eufemísticamente llamada interrupción voluntaria del embarazo no es también una sobrecogedora condena a muerte? ¿Por qué no se llama al terrorismo interrupción voluntaria de la respiración para hacerlo más aceptable?
Pero la ley que hoy rechazamos aun va más lejos: se trata de imponer en las escuelas a los niños y los adolescentes esta doctrina tan perversa. Además de atentar contra el derecho de los padres a la educación moral de sus hijos, nos encontramos ante una verdadera corrupción de menores por parte del Estado, pues es facilitarles el camino de la perdición. Ni aun tratándose de menores de edad tendrán los padres derecho a ninguna información sobre lo que hacen sus hijos. Esto clama al cielo. Si el pueblo español lo sigue consintiendo, merece el mayor de los castigos.
Es muy triste reconocer que los gobernantes que están cometiendo tan grandes tropelías han sido elegidos con el voto de españoles que mayoritariamente dicen ser católicos. Cada cual haga examen de conciencia de su propia responsabilidad. Y si algún día llegan a gobernar otros y no eliminan estas leyes serán tan culpables como los primeros promotores del aborto, y tan indignos de gobernarnos como ellos.
Ya es hora de despertar del letargo. No basta con sentir desacuerdo. Hay que manifestarlo públicamente. Lo contrario equivale a complicidad y a pecado de omisión. Vosotros, con vuestra presencia aquí, habéis demostrado que aun queda gente valiente que no se deja arrastrar por el precipicio de la insensatez y de la frivolidad. Somos conscientes de la ceguera y sordera de nuestros gobernantes, que no quieren darse por aludidos; pero terminaremos venciendo, porque no descansaremos hasta que esto cambie y trataremos de contagiar a otros nuestro amor a la vida y nuestro inmenso respeto a la dignidad de todo ser humano. No hace falta ser creyentes para condenar el aborto. Basta con tener un poco de humanidad. Pero si, además, creemos en el Dios de la vida, que él mismo nos lo premie y a quién no lo cumpla que Dios mismo se lo demande".
7 de marzo de 2010
"En primer lugar, gracias a todos por venir. No importa que seamos muchos o pocos. Lo importante es que estamos realizando un gesto que nos honra. Además, hoy somos multitud, puesto que, a estas misma hora, en toda España y en otras naciones de Europa y América, hay cientos de miles, tal vez millones, de personas congregadas para dar un SI rotundo a la VIDA y manifestar nuestra mayor repulsa a uno de los mayores atentados que se pueden cometer contra el ser humano: quitarle la vida. Y si esto es siempre muy grave, lo es mucho más cuando se trata de seres humanos inocentes e indefensos. Y más grave aún es que estos atentados se puedan cometer en nombre de la ley, una ley cruel y sumamente injusta.
Las palabras bonitas o las frases altisonantes de ninguna manera eliminan la crueldad. Resulta estremecedor hablar del aborto como un derecho de la mujer. ¿Desde cuándo se puede considerar un derecho de la mujer triturar al hijo de sus entrañas? Se habla de salud sexual y reproductiva. ¿Desde cuándo se puede llamar promover la salud a promover miles de muertes? ¿Cómo se entiende que aquellos que se desviven por la protección de las especies animales destruyan sin piedad a los seres humanos? Sí, a los seres humanos, pues hoy la ciencia nos permite conocer de manera inequívoca la gran maravilla de la vida humana desde los primeros momentos de la concepción.
Si tenemos razones para oponernos a la ley hasta ahora vigente, en nombre de la cual se asesinan en España, cada año, más de cien mil niños, ¿qué sentido tiene ahora liberalizar aun más este genocidio? Entre otras razones, se trata de dar más facilidades a las repugnantes y salvajes clínicas abortivas, uno de los negocios más productivos, a costa de la sangre de vidas humanas inocentes. Y, para colmo de cinismo, el mismo día en que en España se aprobaba la ley para ejecutar sin piedad a tantas criaturas indefensas, el principal valedor de esta ley defendía en Europa el derecho de toda persona a la vida, al posicionarse contra la pena de muerte. ¿Acaso la eufemísticamente llamada interrupción voluntaria del embarazo no es también una sobrecogedora condena a muerte? ¿Por qué no se llama al terrorismo interrupción voluntaria de la respiración para hacerlo más aceptable?
Pero la ley que hoy rechazamos aun va más lejos: se trata de imponer en las escuelas a los niños y los adolescentes esta doctrina tan perversa. Además de atentar contra el derecho de los padres a la educación moral de sus hijos, nos encontramos ante una verdadera corrupción de menores por parte del Estado, pues es facilitarles el camino de la perdición. Ni aun tratándose de menores de edad tendrán los padres derecho a ninguna información sobre lo que hacen sus hijos. Esto clama al cielo. Si el pueblo español lo sigue consintiendo, merece el mayor de los castigos.
Es muy triste reconocer que los gobernantes que están cometiendo tan grandes tropelías han sido elegidos con el voto de españoles que mayoritariamente dicen ser católicos. Cada cual haga examen de conciencia de su propia responsabilidad. Y si algún día llegan a gobernar otros y no eliminan estas leyes serán tan culpables como los primeros promotores del aborto, y tan indignos de gobernarnos como ellos.
Ya es hora de despertar del letargo. No basta con sentir desacuerdo. Hay que manifestarlo públicamente. Lo contrario equivale a complicidad y a pecado de omisión. Vosotros, con vuestra presencia aquí, habéis demostrado que aun queda gente valiente que no se deja arrastrar por el precipicio de la insensatez y de la frivolidad. Somos conscientes de la ceguera y sordera de nuestros gobernantes, que no quieren darse por aludidos; pero terminaremos venciendo, porque no descansaremos hasta que esto cambie y trataremos de contagiar a otros nuestro amor a la vida y nuestro inmenso respeto a la dignidad de todo ser humano. No hace falta ser creyentes para condenar el aborto. Basta con tener un poco de humanidad. Pero si, además, creemos en el Dios de la vida, que él mismo nos lo premie y a quién no lo cumpla que Dios mismo se lo demande".
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